Hace unos días, Nintendo confirmaba la no poco sorprendente cifra de consolas Super Nintendo Classic Mini que se habían vendido hasta la fecha. Con un total que supera los 4.000.000 de unidades a nivel mundial podemos sacar dos claras conclusiones, la primera, que todo producto bajo el sello de Nintendo a día de hoy es garantía de éxito. Basta con ver las reservas del nuevo (y por muchos criticado) Nintendo LABO para darse cuenta de ello. La segunda, y la que más nos interesa a nosotros, que el sector del videojuego clásico está en auge, y no parece ya que sea una moda pasajera.

No hace falta decirlo, lo retro vende (y mucho). Recientes lanzamientos como Sonic Mania (uno de los juegos más aplaudidos de SEGA del ya pasado 2017) o el también sorprendente Cuphead (Windows PC y XBOX One) han demostrado que los juegos de corte clásico están más vivos que nunca, y ya no son sólo desarrolladores indie los que se lanzan a programar títulos retro para las consolas actuales. Pero, ¿qué consecuencias puede tener esto centrándonos en un sector como el coleccionismo de videojuegos clásicos?

Si hay otra cosa clara es que, durante los últimos años, la escalada de precios tanto de juegos como sistemas clásicos (salvo excepciones) ha ido en ascenso. Lógicamente, todos los lanzamientos de corte clásico para sistemas actuales no hacen más que reavivar en muchos la nostalgia y que algunos de éstos viejos jugadores se lancen a adquirir esos títulos con los que tanto disfrutaron en su momento. Como en tantos ámbitos de la vida, a mayor demanda más suben los precios, y en el caso del videojuego clásico no iba a ser menos.

Aunque algunos se preguntan, como ocurre en la famosa fábula de ¿qué fue primero, el huevo o la gallina?, si son las grandes compañías, con sus lanzamientos de juegos clásicos o la gran cantidad de remakes que nos asaltan desde hace algunos años, las que están fomentando el interés en el sector del videojuego clásico, o si por el contrario son los usuarios los que han generado esta demanda a las compañías. Es algo difícil de concretar, lo que está claro es que ambas partes se alimentan la una a la otra.

Es complicado aventurarse en decir hacia donde se dirige el sector. Lo que ya es un hecho, viendo cifras de ventas como la de las mencionadas Super Nintendo Classic Mini o Sonic Mania, es que no sólo que los videojuegos clásicos han vuelto para quedarse, si no que en realidad nunca se fueron. Si hace algunos años no éramos tantos los que coleccionábamos material del considerado como retro (y en muchos casos, se tachaba al coleccionista de acumulador de chatarra) hoy son ya muchos los que se animan a aventurarse en este apasionante mundillo. Sólo hay que darse una vuelta por cualquiera de las cada vez más numerosas ferias dedicadas al sector para ver que es una afición que concentra cada día a más gente y de un amplio abanico de edades.

Además de las ya famosas consolas mini de Nintendo, no son pocas las compañías que se están animando a sacar reediciones de sistemas clásicos, como las Atari Flashback, Commodore 64 Mini y muchas otras

¿Seguirán explotando las compañías el filón de la nostalgia? Es un hecho que, mientras siga reportándoles beneficios, seguirán apareciendo remakes, infinidad de recopilatorios o, como hemos visto en ya varias ocasiones en los últimos meses, la reedición de títulos clásicos en su formato original (buen ejemplo de ello la reedición licenciada por Capcom de Street Fighter II). Como suele ocurrir en estos casos, es probable que llegue un momento que el mercado se sature, y cerca estamos por ejemplo en el campo de las consolas mini, donde comienzan a aparecer ya decenas de versiones de todo tipo de sistemas. El tiempo como siempre podrá las cosas en su sitio, pero parece que por fin la historia pone en el lugar que se merece a una industria como la del videojuego.

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