Parece que fuera ayer, pero han pasado ya cerca de 20 años desde la última vez que puse mis pies el salón recreativo de mi barrio. Los jóvenes que os dejáis caer por aquí, que me consta que sois más de los que muchos podríamos esperar, quizá no seáis conscientes de la importancia que los recreativos tuvieron en su momento para muchos de los crecimos a finales de los ochenta y la década de los noventa, pero eran lugares con una magia especial, y que todos los que los pisamos recordamos con nostalgia y cariño.
Es posible que el concepto de salón recreativo esté ya hoy algo desfasado, pues quien más quien menos todos tenemos en casa uno o varios sistemas de juego que poco o nada tienen que envidiar a cualquier máquina que podamos encontrar en los salones modernos. Hay que destacar que, por aquellos años, las máquinas que solíamos encontrar eran muy superiores a los sistemas que teníamos en casa (a excepción de los afortunados que, ya entrada la década de los 90, fueran poseedores de una NeoGeo AES) por lo que siempre gustaba acudir a ellos para ver y probar juegos que muchos soñábamos con tener en casa. Por otro lado, los recreativos se convirtieron en auténticos puntos de encuentro y reunión para los jóvenes de la época, trascendiendo más allá de ser simples lugares a los que se acudía a jugar a videojuegos.
Entrar en cualquiera de estos salones era mucho más que entrar en un lugar lleno de máquinas recreativas. Era toda una experiencia, que dependiendo del lugar o el momento, podía llegar a ser muy distinta. Sea como fuere, hubo una época, no hace tanto tiempo pero que ha muchos nos parece ya muy lejana, en la que los recreativos abundaban a lo largo y ancho de nuestro país.
Seguramente son cientos, miles las historias y vivencias que entre todos podríamos contar sobre nuestros salones favoritos, historias que muchos guardaréis con cariño, y a las que hoy queremos rendir un pequeño homenaje reviviendo algunas de las cosas que hicieron que muchos amásemos lo que fueron y lo que significaron los salones recreativos.
Salones de barrio y grandes salones recreativos
Como muchos sabréis, no todos los salones recreativos eran iguales. Tanto las máquinas (en número y novedad) como el ambiente en sí no tenía nada que ver si se comparaban los salones recreativos que se podían encontrar en las grandes ciudades con los recreativos de barrio o de pueblos y ciudades más pequeñas.
En los grandes salones recreativos, como por ejemplo los de la cadena New Park (que aún a día de hoy mantienen algunos locales, aunque poco tienen que ver ya con los recreativos de hace 20 años) o muchos que se ubicaban en centros comerciales, era común encontrarse las últimas placas aparecidas en el mercado o grandes máquinas de conducción, pistolas, etc. Estos muebles, con un coste mucho mayor que las máquinas arcade “clásicas”, no salían rentables para los pequeños salones de barrio, y les ocupaban demasiado espacio en sus locales. Este tipo de salones proliferaron sobre todo en la década de los 90, aguantando algunos de ellos hasta hace no tanto tiempo e incluso hasta día hoy, reconvertidos en boleras y manteniendo algunos muebles, sobre todo grandes máquinas de conducción o disparos.
Los salones de barrio eran un mundo a parte. No fuimos pocos los que, con la excusa de ir a disfrutar de un vicio sano como son los videojuegos, descubrimos allí los primeros vicios no tan sanos que los años ochenta y noventa ponían a nuestra disposición. En los salones se juntaban desde niños muy jóvenes, ávidos por disfrutar de sus juegos favoritos, como adolescentes o gente ya de cierta edad, un ambiente en muchos casos que desde luego no era el más indicado para la chavalería de la época. No era extraño ver grupos de jóvenes fumando cigarritos de la risa o bebiendo unas cervezas junto a críos de 8-10 años machacando los botones de su máquina favorita, algo que a día de hoy sería impensable.
Por supuesto, cada salón era único en sí, y en ese ambiente influía mucho tanto el lugar y barrio donde se encontraba como la hora del día a la que acudieras, pudiendo encontrarte con ambientes muy diferentes dentro de un mismo local. Por las mañanas, era frecuente encontrarte con muchos jóvenes que no tenían muchas ganas de ir al colegio o instituto, y para los que los recreativos se convertían en el punto de encuentro ideal.
Los bares, ese gran centro de juego
Por todos es sabido que si algo hay en España, son bares. Muchos bares se convirtieron por aquellos años en auténticos centros de juego para la mayoría de nosotros, especialmente en ciudades pequeñas o pueblos, donde no tenían la suerte de contar con salones recreativos.
Era común que muchos albergasen uno o dos muebles, y con suerte alguna máquina de pinball, lo que atraía a la chavalería del barrio, que además de gastarse su paga semanal en las recreativas, siempre picaba con algo del bar, lo que reportaba doble beneficio al dueño.
Seguro que muchos hacíais como yo, que cuando salíais de vacaciones o hacíais alguna escapada familiar, os gustaba echar un ojo a los bares de la zona, por si tenían alguna de tus máquinas favoritas en la que dejar tu huella en la tabla de high scores o si por el contrario, alguna desconocida que probar y descubrir.
La flora y la fauna autóctona del salón
Los salones arcade eran uno de los centros de reunión favoritos de los jóvenes de aquellos años, y como es lógico, en ellos podías encontrarte a lo más granado de la sociedad del momento. Parte de la magia de estos lugares residía precisamente en eso, el que desde el freak de turno hasta el más macarra de la zona podían convivir sin problema bajo el mismo techo, y disfrutar como iguales de su afición favorita. Con el tiempo, fue surgiendo en la gran mayoría de salones recreativos una fauna autóctona propia de los salones, a la que hoy queremos rendir un pequeño homenaje.
El listillo que se las sabía todas
Cualquiera de los que frecuentabais los salones recreativos por aquellos años ya sabéis a lo que nos estamos refiriendo. No creo que hubiera un salón en toda España que no contase con su propio listillo, sí, hablamos de ese chaval que acechaba a cualquier jugador, esperaba a que comenzase la partida para colocarse lo más encima de la pantalla y, normalmente en los momentos álgidos del juego, comenzar con su retahíla de consejos (consejos que, en la gran mayoría de los casos, nadie le pedía) y que habitualmente molestaban más de lo que ayudaban. Frases como “Ahí mejor agáchate que ahora dispara por ese lado” o “si te subes a esa plataforma encuentras un secreto escondido” formaban parte de su repertorio habitual.
El que esperaba a que murieses para usar tu “continue”
Curioso era el caso de esta otra especie habitual en tantos y tantos salones. Esos chavales que, aprovechando el fin de la partida de otros jugadores, continuaban sus partidas para evitar tener que pasarse el inicio de un juego, o simplemente poder llegar más lejos de lo que lo harían por sus propios medios, dejando su impronta, sin merecerlo, en la tabla de High Scores. Muchos, intentando evitar este uso fraudulento de nuestros continúes, solíamos esperar a que terminase el tiempo estipulado para continuar la partida y así asegurarnos que nadie se aprovechaba de nuestra puntuación. ¡Game Over amigos!
El que miraba y nunca jugaba
Al igual que el listillo que se las sabía todas, esta otra especie solía también acechar al jugador cuando se disponía a disfrutar de su partida. Colocándose por lo general detrás de éste, era habitual ver legiones de ojeadores siempre rodeando a los jugadores habituales, especialmente en los juegos de lucha, donde en ocasiones se formaban auténticos corrillos viendo las partidas de otros. Todos, y que levante la mano el que pueda afirmar lo contrario, alguna vez hemos formado parte de esta fauna, pero las cosas como son, había gente que se podía pasar de memoria algún juego sin haber gastado ni un sólo crédito en ellos.
El que te “pasaba un jefe”
Esta especie podría llegar a considerarse incluso un cruce entre el que miraba y el listillo de turno. Era habitual que alguno de los ojeadores que, mientras tú disfrutabas a tu aire de tu partida, te hicieran ofrecimientos del tipo de “oye el jefe que viene ahora es muy complicado, ¿quieres que te lo pase?” Por supuesto, lo normal era declinar su invitación, pero si por alguna razón conseguían su objetivo de que les pasases el joystick, lo complicado era volver a recuperarlo, su retahíla de excusas para devolverte el mando solía ser de lo más variada.
El PRO del salón
Envidiados a la par que respetados, no había salón recreativo que no tuviera su jugador PRO. Hablamos de ese chaval que era capaz de superar el juego más complicado con apenas una o dos monedas. Sí, era ese chico que se podía pasar toda una tarde jugando con apenas 100 pesetas en su bolsillo, y aún le sobraba para invitar a unas pipas a alguna de las chavalas de turno.
Estos destacaban especialmente en los juegos de lucha, donde algunos, como si de una pescadería se tratase, podían echar toda una mañana despachando adversarios al grito de “siguiente” mientras iba eliminando a todos. Auténticos héroes para algunos, duros rivales para los que tenían el valor de enfrentarse contra ellos, porque no lo olvidéis, quien pierde, paga.
El malote del barrio
Para terminar con este pequeño repaso a la flora y fauna de los salones recreativos no queremos olvidarnos, cómo no, de los malotes del barrio. No había salón de prestigio que no tuviera su malote de referencia, escoltado por sus secuaces. No solía ser complicado diferenciarlos del resto de usuarios, solían habitar la zona de billares o, en caso de contar con ella, la máquina de punching ball, donde podían dar rienda suelta a sus instintos más básicos (que nadie se ofenda por eso, es todo pura ironía, yo mismo he disfrutado mucho con la famosa máquina de punching ball).
Siempre era mejor llevarse bien con ellos, pues en caso contrario, podías llegar a tener algún pequeño enfrentamiento, e incluso en según qué zonas, los problemas podían ser mayores, habiendo documentado algunos casos de robos entre la chavalería del local. Era habitual que intentasen aprovecharse de aquellos que podían parecer más débiles, con frases como “eh chaval, me prestas cinco durillos, que mañana te los devuelvo” y que por supuesto, si se accedía a “prestárselos” nunca más volverías a ver.
Los viejos trucos para conseguir algún crédito “por la patilla”
Qué complicado se hacía por aquellos años sacar algo de dinero para poder jugar a nuestras máquinas favoritas. Al menos en mi caso, siendo aún chaval, mi economía dependía de lo que me daban mis padres en la paga semanal o lo que buenamente podía ir arañando de aquí y de allá. Como siempre en la vida, quien hace la ley hace quien hace la trampa, y por los salones recreativos se hablaba de esos truquitos que permitían conseguir créditos sin rascarse el bolsillo.
Personalmente, más allá de intentar echarle un poco de cara con el encargado de turno, nunca di más credibilidad a estos trucos, pero me consta que hay muchos que sí consiguieron hacerlos funcionar, sobre todo en máquinas más antiguas y con menos sistemas de seguridad, hablemos un poco de ellos:
Los “clicker” de mechero
Cualquiera de los que vivierais en aquella época seguramente escucharíais el famoso truco del mechero eléctrico. El secreto consistía en desmontar la pieza que daba chispa y acercar el cable a la ranura de las monedas, dándole un pequeño chispazo. En teoría (yo personalmente nunca pude comprobarlo, y creedme, lo intenté) la cosa funcionó durante un tiempo, en los albores de los salones recreativos con los primeros muebles, pero al parecer con el tiempo debieron ir corrigiendo el fallo que permitía que funcionase.
Pese a no funcionar ya en máquinas más modernas, este truco se siguió transmitiendo de generación en generación entre los jugadores, y fuimos muchos los que seguimos intentando sin demasiado éxito. También se habla de máquinas que pasaron a mejor vida tras aplicarles esta curiosa técnica, o de algunos jugadores que recibieron más que palabras de manos de algún encargado tras ser descubiertos con las manos en la masa.
La moneda y el hilo de pesca
Otra de las leyendas que corrían entre los visitantes de los salones recreativos era la de la famosa moneda atada con el hilo de pesca. La teoría era sencilla, atar una moneda con un hilo de pescar, dejarla caer dentro de la máquina y, una vez conseguido el crédito, sacarla tirando de la cuerda. ¿Parece sencillo, verdad? Recuerdo mucha gente afirmar que sí, que ellos lo habían hecho con éxito, pero nunca vi a nadie hacerlo en persona.
Este truco, según cuentan, no sólo servía con máquinas recreativas, si no también en máquinas expendedoras o de tabaco. Personalmente, y quizá en máquinas más antiguas, pudiera llegar a funcionar, pero cualquiera que haya visto un monedero relativamente moderno por dentro, sabe que es muy complicado, si no imposible, que se tenga éxito con algo así.
El “se me ha tragado la moneda jefe”
Pasamos de los trucos más técnicos a algo que en España es casi tradición popular, la picaresca. Yo mismo he de reconocer que en días de bolsillos vacíos intenté colársela al encargado de los recreativos de mi barrio en más de una ocasión, y, siendo sincero, pocas veces (si no ninguna) me funcionó. La técnica consistía ni más ni menos que echarle morro y, contando cualquier milonga, intentar hacerle ver que la máquina, por algún extraño motivo, se había tragado tu moneda sin darte crédito alguno.
Me imagino que mi caso no seria el único y no seréis pocos los que alguna vez intentaseis algún tranquillo de este tipo, que por cierto, me encantaría que compartieseis vuestras experiencias en los comentarios de este post.
Lo bueno vuelve, y los recreativos no podían ser menos
Seguro que muchos de los que habéis llegado hasta el final de este post estáis ahora mismo con un ataque de nostalgia, recordando aquellos bonitos años que por desgracia nunca volverán. En los últimos tiempos, y gracias en gran medida a la vuelta del videojuego clásico a nuestras vidas, no han sido pocas las asociaciones o locales que están intentando revivir la esencia de los salones arcade.
No es ya complicado encontrar en grandes ciudades como Madrid, Barcelona, Sevilla o Valencia locales repletos de muebles clásicos restaurados y listos para volver a hacer disfrutar a todo el que se deje caer por allí. También han ido surgiendo bares y restaurantes donde, además de poder disfrutar de unas tapas o algún refrigerio, podemos encontrar muebles arcade donde echar unas partidas. Y como no, muchas de estas asociaciones se dan cita en la multitud de eventos y ferias que, cada vez con más frecuencia, podemos disfrutar a lo largo y ancho de nuestro país.
También, y como muchos ya sabréis, cada vez más usuarios optan por hacerse con uno de estos muebles, ya sea clásico para restaurar o de nueva factura, para disfrutarlo en su propia casa. Una opción más que interesante y que os aseguro que hará las delicias de todas las visitas que se pasen a veros. Sea como sea, la esencia de los salones recreativos sigue viva en muchos de nosotros, fueron lugares que marcaron y formaron parte de nuestra juventud y que por muchos años que pasen nunca olvidaremos y seguiremos recordando con mucho cariño.
No olvides seguirnos en nuestro perfil de facebook o también a través de nuestra cuenta de twitter si no te quieres perder más artículos como éste y estar al corriente de las últimas noticias del mundo de los videojuegos clásicos.
15 junio, 2018 a las 10:53 am
Casi se me cae alguna lagrima leyendo el articulo, me ha parecido genial. Gracias por recordar esos años! Pues no pase yo tardes ni nada en los recreativos de mi barrio, en carabanchel en Madrid.
Es una pena que los chicos de hoy no se hagan a la idea de lo que muchos disfrutamos el los recreativos, y no ahora con tanto juego online y mierdas que sacan. Que buenos tiempos
15 junio, 2018 a las 1:28 pm
Hola compañero! Gracias por tu comentario. Sí, toda la razón, yo también creo que con tanto juego online e historias similares se ha perdido mucho la esencia del juego «cara a cara» y esa competitividad sana que muchas veces se daba en los salones arcade.
No hay que dar las gracias, para nosotros es todo un placer preservar esas sensaciones que muchos aún recordamos con cariño, y de paso hacer ver a «la chavalería» de hoy en día cómo nos las gastábamos por aquellos años
Saludos!
15 junio, 2018 a las 2:29 pm
Menudo tocho. Me espero al blu ray.
16 junio, 2018 a las 10:51 am
No vaya a ser que te de una embolia por leer 10 párrafos
15 junio, 2018 a las 4:21 pm
Eyyy sale el Insert Coin!!! Gracias por nombrarlo.
Un saludo Lolezno!
15 junio, 2018 a las 6:04 pm
Gran artículo de una época dorada aunque claro está, con sus peros jejeje esa testosterona juvenil hacia estragos, la de maleantes, pero asi es la vida, también se aprendia mucho.
Me ha echo ilusion ver mi local en tu artículo, “Insert Coin “ .
Saludos
15 junio, 2018 a las 6:14 pm
Pues te puedes creer que el verano pasado estuve en Reus, y yo sin tener ni idea en aquel momento de la existencia del local? Una lástima, me habría encantado hacer una visita. Gracias a todos los que tenéis valor de montar algo así a día de hoy compañero!
16 junio, 2018 a las 9:36 am
Tuve la suerte de vivir todo ese mundo, tenia sus pro y sus contra, pero no te imaginas como salia corriendo del colegio para irme un rato a los recreativos.
Lo mejor era el pegarte unas buenas viciadas y pasar un buen rato con los colegas, lo peor, yonkis y maleantes albergaban muchas veces por esas zonas, pidiéndote dinero vete tu a saber pa que…
Por cierto, muy buen articulo y muy currado, las imágenes una pasada, felicidades
18 junio, 2018 a las 11:42 am
Gracias por el comentario compañero!
Como bien dices, todo tiene sus luces y sus sombras, ahora lo recordamos con cariño pero si que es cierto que, en algunos barrios, meterte por aquellos años en unos salones recreativos era echarle valor. También es verdad que a día de hoy tengo la sensación de que hay demasiado sobreproteccionismo en algunos aspectos, antes nos criábamos «en la calle» y oye, la mayoría no hemos salido tan mal 😀
26 noviembre, 2018 a las 8:25 pm
Tremendo articulo y gran nostalgia jeje.
Hechar un ojo a este vídeo si queréis volver a revivir aquellos momentos tan grandes.
https://www.youtube.com/watch?v=b6uyqSRO2SY&t
28 noviembre, 2018 a las 1:40 pm
Me alegro que te haya gustado el post amigo Santiago! Muy buen video el que nos enlazas, y sin duda, que gran época!
22 enero, 2020 a las 2:09 am
Casi al final dices que uno puede adquirirlas en donde y cómo puedo comprar ..? Me lo podrías decir .? Gracias
22 enero, 2020 a las 9:43 am
Hola amigo!
Pues tienes diferentes opciones, por un lado, puedes comprar una máquina de nueva fabricación (con un pc en su interior y componentes nuevos) en tiendas como Arcade Madrid o Factory Arcade (googleando con esos nombres las encuentras rápido). Ofrecen muebles nuevos, con diferentes configuraciones, garantía y listos para jugar. También hay muchas otras empresas y particulares que se dedican a ello.
Por otro lado, siempre puedes comprar un mueble original y restaurarlo, ya sea metiendo un PC para ejecutar los juegos o con sus placas originales. También muchas de estas empresas que mencionábamos anteriormente venden o restauran muebles clásicos.
Si no quieres calentarte la cabeza, un mueble nuevo es buena opción (siempre que se pueda, lo ideal es monitor CRT) si te gusta cacharrear y eres mañoso, restaurar un mueble clásico siempre es una alternativa maravillosa 🙂
14 julio, 2020 a las 6:25 pm
La foto no cuela de los 90 jeje. Una Naomi modificada al lado de una FirstLine y con chicas posando en un salón recreativo… eso en los 90 IMPOSIBLE.
16 enero, 2021 a las 9:57 pm
¿Tu no lees los pies de foto verdad?
20 enero, 2021 a las 3:16 pm
Conforme iba leyendo iba recordando las tardes que echábamos en las recreativas y tenia que comentar. 😀 En mi caso, cuando eramos adolescentes ya funcionaban con euros y un par de veces al mes mirábamos al encargado (siempre que fuera diferente del anterior) y le preguntábamos inocentemente porque no iba la maquina si le acabábamos de echar una moneda de 2 euros y siempre nos ponía la partida explicándonos que solo admitía de 1 euro. También conocíamos las maquinas a las que les pegabas una patada fuerte y te daban créditos ( supongo que haría algún contacto) y por último las nuevas que salieron de baloncesto les podías subir la barrera sin pagar y se quedaba atrancada así que echabas canastas hasta que se daba cuenta que llevabas mucho tiempo en el mismo sitio, eso si no te contaba las canastas de cada uno así que era lo mismo que ir a las canastas del barrio con una pelota ☺
21 enero, 2021 a las 12:49 am
Sencillamente MAGNÍFICO, ¡Enhorabuena por este artículo tan magistral! Hacía mucho tiempo que no leía algo tan bueno, tan completo, tan lleno de amor y nostalgia por lo que se habla y de verdad que me he llegado a emocionar mientras lo leía. Gracias de todo corazón por este fantástico trabajo, me ha encantado.
¡Un abrazo!
21 enero, 2021 a las 9:09 am
Me alegro que te haya gustado compañero, ese es el objetivo, reavivar esa nostalgia y esos recuerdos que quedaron anclados en aquellos maravillosos años 🙂
11 octubre, 2021 a las 1:04 pm
Quería dejar constancia del maravilloso Post!
Sinceramente me has teletransportado a ¡Aquellos maravillosos años!.
También quería recalcal el fotón del encabezado (el chico jugando a las maquinitas), de hecho soy yo..Kiko Montiel, por darte más información sobre ella, esa foto es de Málaga a finales de los 80s Recreativos Montiel, que regentaba mi padre. He puesto en Google «Recreativos de los 80s» y en imágenes sale de las primeras!!
Lo dicho, que enhorabuena por el artículo y por si tienes información de la foto, que me ha gustado verla…Modestia aparte…le queda genial al artículo,jejej..
Saludos!!!